Destruccion del Pueblo:
Uno de los templos más espléndidos en el
mundo entero, una de las ciudades más bellas: Aquí está la historia de la
destrucción de Jerusalén en el año 70 después de Cristo, por los Romanos, bajo
la dirección de Tito.
Si
era un espectáculo espantoso para el Romano; ¿qué se podría decir del Judío?
Toda la cumbre de la colina que miraba hacia la ciudad, flameante como un
volcán -
Imagen extraida de :http://herodotohistoriant.blogspot.com/2012/11/israel-el-pueblo-elegido-pretencioso.html
Jerusalén, la ciudad que un general Romano quiso rescatar–pero que fue quemada, a pesar de todo lo que el hombre pudo hacer para salvarla–porque Jesús lo había profetizado treinta y nueve años antes.
"¡Oh si también tú conocieses, a lo
menos en este tu día, lo que toca a tu paz! mas ahora está encubierto de tus
ojos. Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con baluarte,
y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho, y te derribarán a
tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra;
por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación." Lucas 19:42-44.
Desde lo alto del monte de los Olivos miraba
Jesús a Jerusalén, que ofrecía a sus ojos un cuadro de hermosura y de paz. Era
tiempo de Pascua, y de todas las regiones del orbe los hijos de Jacob se habían
reunido para celebrar la gran fiesta nacional. De entre viñedos y jardines como
de entre las verdes laderas donde se veían esparcidas las tiendas de los
peregrinos, elevábanse las colinas con sus terrazas, los airosos palacios y los
soberbios baluartes de la capital israelita. La hija de Sión parecía decir en
su orgullo: "¡Estoy sentada reina, y ... nunca veré el duelo!" porque
siendo amada, como lo era, creía estar segura de merecer aún los favores del
cielo como en los tiempos antiguos cuando el poeta rey cantaba: "Hermosa
provincia, el gozo de toda la tierra es el monte de Sión,...la ciudad del gran
Rey." Salmo 48:2. Resaltaban a la vista las construcciones espléndidas del
templo, cuyos muros de mármol blanco como la nieve estaban entonces iluminados
por los últimos rayos del sol poniente que al hundirse en el ocaso hacía
resplandecer el oro de puertas, torres y pináculos. Y así destacábase la gran
ciudad, "perfección de hermosura," orgullo de la nación judaica. ¡Qué
hijo de Israel podía permanecer ante semejante espectáculo sin sentirse
conmovido de gozo y admiración! Pero eran muy ajenos a todo esto los
pensamientos que embargaban la mente de Jesús. "Como llegó cerca, viendo
la ciudad, lloró sobre ella." Lucas 19:41. En medio del regocijo que
provocara su entrada triunfal, mientras el gentío agitaba palmas, y alegres
hosannas repercutían en los montes, y mil voces le proclamaban Rey, el Redentor
del mundo se sintió abrumado por súbita y misteriosa tristeza. El, el Hijo de
Dios, el Prometido de Israel, que había vencido a la muerte arrebatándole sus
cautivos, lloraba, no presa de común abatimiento, sino dominado por intensa e
irreprimible agonía.
Imagen extraida de: http://www.radiosefarad.com/la-destruccion-de-jerusalen/
No lloraba por sí mismo, por más que supiera
adónde iba. Getsemaní, lugar de su próxima y terrible agonía, extendíase ante
su vista. La puerta de las ovejas divisábase también; por ella habían entrado
durante siglos y siglos las víctimas para el sacrificio, y pronto iba a abrirse
para él, cuando "como cordero" fuera "llevado al matadero."
Isaías 53:7. Poco más allá se destacaba el Calvario, lugar de la crucifixión.
Sobre la senda que pronto le tocaría recorrer, iban a caer densas y horrorosas
tinieblas mientras él entregaba su alma en expiación por el pecado. No era, sin
embargo, la contemplación de aquellas escenas lo que arrojaba sombras sobre el
Señor en aquella hora de gran regocijo, ni tampoco el presentimiento de su
angustia sobrehumana lo que nublaba su alma generosa. Lloraba por el fatal
destino de los millares de Jerusalén, por la ceguedad y por la dureza de
corazón de aquellos a quienes él viniera a bendecir y salvar.
Video extraido de :https://www.youtube.com/watch?v=Ws9fNOzxtJw
La historia de más de mil años durante los
cuales Dios extendiera su favor especial y sus tiernos cuidados en beneficio de
su pueblo escogido, desarrollábase ante los ojos de Jesús. Allí estaba el monte
Moriah, donde el hijo de la promesa, cual mansa víctima que se entrega sin
resistencia, fue atado sobre el altar como emblema del sacrificio del Hijo de
Dios. Allí fue donde se le habían confirmado al padre de los creyentes el pacto
de bendición y la gloriosa promesa de un Mesías. Génesis 22:9, 16-18. Allí era
donde las llamas del sacrificio, al ascender al cielo desde la era de Ornán,
habían desviado la espada del ángel exterminador 1 Crónicas 21, símbolo
adecuado del sacrificio de Cristo y de su mediación por los culpables.
Jerusalén había sido honrada por Dios sobre toda la tierra. El Señor había
"elegido a Sión; deseóla por habitación para sí." Salmo 132:13. Allí
habían proclamado los santos profetas durante siglos y siglos sus mensajes de amonestación.
Allí habían mecido los sacerdotes sus incensarios y había subido hacia Dios el
humo del incienso, mezclado con las plegarias de los adoradores. Allí había
sido ofrecida día tras día la sangre de los corderos sacrificados, que
anunciaban al Cordero de Dios que había de venir al mundo. Allí había
manifestado Jehová su presencia en la nube de gloria, sobre el propiciatorio.
Allí se había asentado la base de la escalera mística que unía el cielo con la
tierra Génesis 28:12; Juan 1:51, que Jacob viera en sueños y por la cual los
ángeles subían y bajaban, mostrando así al mundo el camino que conduce al lugar
santísimo. De haberse mantenido Israel como nación fiel al Cielo, Jerusalén
habría sido para siempre la elegida de Dios. Jeremías 17:21-25. Pero la
historia de aquel pueblo tan favorecido era un relato de sus apostasías y sus
rebeliones. Había resistido la gracia del Cielo, abusado de sus prerrogativas y
menospreciado sus oportunidades.
A pesar de que los hijos de Israel
"hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras,
burlándose de sus profetas" 2 Crónicas 36:16, el Señor había seguido
manifestándoseles como "Jehová, fuerte, misericordioso, y piadoso; tardo
para la ira, y grande en benignidad y verdad." Exodo 34:6. Y por más que
le rechazaran una y otra vez, de continuo había seguido instándoles con bondad
inalterable. Más grande que la amorosa compasión del padre por su hijo era el
solícito cuidado con que Dios velaba por su pueblo enviándole
"amonestaciones por mano de sus mensajeros, madrugando para enviárselas;
porque tuvo compasión de su pueblo y de su morada." 2 Crónicas 36:15. Y al
fin, habiendo fracasado las amonestaciones, las reprensiones y las súplicas,
les envió el mejor Don del cielo; más aún, derramó todo el cielo en ese solo
Don.
El Hijo de Dios fue enviado para exhortar a
la ciudad rebelde. Era Cristo quien había sacado a Israel como "una vid de
Egipto." Salmo 80:8. Con su propio brazo, había arrojado a los gentiles de
delante de ella; la había plantado "en un recuesto, lugar fértil;" la
había cercado cuidadosamente y había enviado a sus siervos para que la
cultivasen. "¿Qué más se había de hacer a mi viña - exclamó, - que yo no
haya hecho en ella?" A pesar de estos cuidados, y por más que, habiendo
esperado "que llevase uvas" valiosas, las había dado
"silvestres" Isaías 5:1-4, el Señor compasivo, movido por su anhelo
de obtener fruto, vino en persona a su viña para librarla, si fuera posible, de
la destrucción. La labró con esmero, la podó y la cuidó. Fue incansable en sus
esfuerzos para salvar aquella viña que él mismo había plantado.
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